jueves, 2 de abril de 2009

VIOLENCIA DE GÉNERO


Escrito publicado a raiz de la aprobación de la Ley de Violencia de Género


Parecía imposible en este país en el que cada cual se autodefine nacionalista, centrista, comunista, socialista, republicano, monárquico y si me apuran aún quedan de los anarquistas y los de una grande y libre. Pues todos ellos van y se ponen de acuerdo y me aprueban por unanimidad la Ley contra la violencia de género, entonces aquí el abajo firmante se la mira, remira y dice que NO. Ahora no me malinterpreten todas las personas que puedan sentirse aludidas, yo soy el primero en afirmar que se debía haber tomado soluciones a la violencia doméstica mucho antes, pues para mí, la violencia no es jamás un recurso. Cuando una digamos “persona” utiliza su fuerza física o su mala leche sicológica para anular a su pareja, pido y exijo que todo el peso de la justicia –que no de la Ley- caiga encima suya. Es mediante el respeto que una unidad familiar puede avanzar y evolucionar. En tal caso, dirán ustedes, a que digo NO. Observen atentamente de que estoy hablando “Violencia de Género” es decir, de un sexo hacia el otro, algunos más recatados hablan de “Violencia Doméstica” es decir, dentro del hogar. Pues bien, si hablamos de violencia de sexos o violencia en el hogar, ¿porqué se excluye a los hombres de la Ley?, que irrumpa en voz alta aquel que no conozca un caso donde el humillado, donde el maltratado, donde el ofendido y en definitiva donde la víctima del hogar, la víctima de la violencia de género sea un hombre.

He leído excusas tan brillantes como que el 90% de las denuncias son puestas por mujeres, he aquí un razonamiento, excluyamos de sus derechos a todos los que no estén dentro del 90%, esto es: homosexuales, minusválidos, negros -perdón, personas de color-, mormones, etc. Mientras escribo este alegato, tengo en la mesa una copia de la constitución española, -para sorpresa de alguno/a, afirmo que la he leído- paso a transcribir: Aprobada por las Cortes el 31 de octubre de 1978, Capítulo segundo “Derechos y libertades” Artículo 14. Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.

Si la constitución nos dice que todos somos iguales, a que viene hacer una ley que discrimina al hombre respecto de la mujer, acaso ¿cuándo nos golpean, no sangramos?, ¿cuándo nos engañan, no entristecemos?, entonces si somos iguales, yo pido lo que es lógico, que la ley proteja al más débil, independientemente de su sexo. La mujer maltratada tiene a su disposición un sueldo, una casa de acogida y el apoyo de la sociedad. El minoritario hombre maltratado debe marcharse sin tener a donde ir, sin recursos y escarnio de otro machos ibéricos que no entienden que a veces es el marido la persona débil.

Debemos tener en cuenta las posibles consecuencias de nuestros actos como sociedad en los jóvenes, se ha detectado que es la mujer la que se decide por el divorcio a la primera discusión. La ley protege la mujer en caso de divorcio, otorgándole la casa, el contenido y la custodia de los niños, bienes que en muchos casos son aportados por el marido al matrimonio. ¿No estaremos creando monstruos?, hoy en día los hombres jóvenes son reacios al matrimonio, ¿hay alguien que se sorprenda?. Yo sólo pido que se estudien los casos individualizadamente, y que se tomen soluciones adecuadas a cada caso, de lo contrario, dentro de poco deberemos pedir perdón por llevar el estigma de ser varones.

El sallentino siempre ha luchado por sus ideales y por la igualdad, fue un hombre de este pueblo el primero que consiguió tener una paga de viudedad, algo hoy en día habitual, pero que no se otorgó hasta que este individuo anónimo luchó por lo que creyó una desigualdad. Son personas como ella las que hacen que la sociedad evolucione hacia mejor, eliminando barreras discriminatorias.

Quiero concluir con una exposición simple de lo que pienso, punto uno: La violencia física o síquica no es jamás justificable. Punto dos: Es la educación de padres y de la sociedad la que debe encaminarnos a una igualdad entre hombre y mujer en todos los aspectos. Punto tres: Las leyes -y la justicia- deben estar en consonancia con estos principios. Punto cuatro: Todos los individuos –como yo ahora- tienen derecho a expresar su opinión sin miedo a represalias. Conclusión final: sólo pido que esta ley, defienda también a los hombres maltratados en las mismas condiciones que lo hace con la mujer.

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