jueves, 2 de abril de 2009

La isla


En uno de mis viajes visité una isla muy oscura, todo era sombrío y apagado. La tristeza era la única habitante. Cuando regresé al continente pregunté a un viejo color azul, estaba ya ajado por el paso del tiempo. Me miró y asintió, señaló un asiento y dijo –te lo contaré-.

Has de saber que aquella isla era la preferida de los Dioses, el sol brillaba incesantemente, la lluvia generosa hacía que toda la tierra estuviera exuberante, los colores verdes de las hojas estaban siempre adornados de los rojos, naranjas, el blanco y todos los demás de las flores y frutos, las fuentes, los riachuelos y el mar disponían de toda la gama de azules, el Marrón de la madre tierra era el más apreciado, el Gris era el único color discordante, ese era el color de las rocas donde nada crecía y por eso era mirado con recelo por el resto de colores, aun así, él era feliz, estaba rodeado de todos aquellos a los que apreciaba. Cada mes se reunían y discutían sobre los cambios que debían producirse en la isla: que convenían lilas en la dehesa, pues plantaban semillas; que si en la playa del palmeral hacía falta una arena más blanca, pues hablaban con el mar para que arrastrara arena de otro lugar.

Todos los colores eran felices y el que más, el Gris. Era consciente que no se le apreciaba, porque donde estaba dominaba el color, el nordeste de la isla estaba presidida por un acantilado gris, la cima de la montaña también era gris, y el camino del bosque estaba cercado por grandes rocas grises, pero él no podía hacer nada, no podía cambiar el color de la piedra, a lo sumo, en invierno dejaba posarse la nieve en la montaña para que dominara el blanco, o permitía que algún pequeño arbusto aprovechara un poco de tierra transportada por el viento para que entre resquicios enraizara solitario.

Lápiz era como en todos los lugares la élite, pues es el primero, el principal, antes de pintar, Lápiz dibuja, al acabar la reunión es quien escribe el acta, y todos, todos, aprenden a escribir con lápices, ellos son muy urbanos y por eso no vivía en la isla, sólo se trasladaba el día de la asamblea. Un aciago día encontraron una mina de carboncillo, material que los lápices aprecian mucho, así que en la siguiente reunión lo comentaron, de inmediato, don Lápiz quiso comenzar la extracción del tan preciado material, a los colores les estuvo bien, porque Lápiz era muy inteligente y siempre participaba en las decisiones de la isla.

Enseguida llegó a la isla una máquina que trituraba el material y lo cargaba en barcos para llevárselo a la ciudad, la zona inmediata a la extracción quedó ennegrecida y los colores se apagaron, aquello alarmó a los colores que en la siguiente reunión informaron a don Lápiz de su preocupación, pero Lápiz les aseguró que al acabar se limpiaría todo y quedaría incluso mejor que antes. Gris, que era el más antiguo de los colores dijo que la isla no necesitaba el carboncillo y que sería mejor cerrar la mina, Ocre y Coral protestaron inmediatamente, como osaba ese desgraciado a poner en duda la honorabilidad de don Lápiz. Gris enmudeció.

Con el paso del tiempo, el polvo de carbón se fue extendiendo más, en la parte cercana a la máquina ya no se apreciaba ningún color, sólo el oscuro del carboncillo. Las brigadas de limpieza que debían venir no acababan de llegar, pero claro está, don Lápiz es un referente, si no habían venido, alguna razón poderosa los habría detenido, cuando llegó el día de la asamblea los colores estaban más preocupados que nunca y preguntaron a Lápiz por la limpieza, él los tranquilizó, estaban terminando un lindo parque en otra mina que ya estaba cerrada y estaban siendo agasajados por todos los colores que allí vivían, y claro, tardaban un poco más, los colores parecieron quedarse satisfechos por la explicación, pero entonces Gris pidió la palabra, todos miraron con desconfianza, una vez se hizo el silencio propuso parar la extracción hasta que llegaran los limpiadores, muchos colores se escandalizaron de que aquel feo color quisiera detener los planes de don Lápiz, con lo bueno que siempre había sido, Trigo, Cobre y Ámbar se enfrentaron a Gris que volvió a callarse.

Durante tres semanas siguientes continuaron las extracciones, ahora la isla empezaba a notar los efectos del polvo de carboncillo en toda la isla, la arena parecía que tenía un vertido de petróleo, los árboles del bosque aparentaban estar tachados, la mayoría de la hierba y las flores habían perdido su esplendor y por primera vez desde que tenían recuerdo convocaron una tertulia sin la presencia de don Lápiz. Ahora todos estaban sinceramente preocupados, Añil y Celeste representaban a los azules que comentaban que las aguas eran turbias, Bermellón y Carmesí que representaban los rojos decían que las frutas antaño rojas, ahora estaban oscurecidas, Esmeralda y Jade que hablaban por los verdes decían que ya sólo estaban a salvo en lo profundo del bosque, tapados por los árboles, pero por poco tiempo, Oro y Limón que defendían los intereses de los amarillos informaban que ya ni el sol atravesaba el polvo del aire, también Ámbar y Ocre que representaban a los naranjas estaban infelices, ya que apenas quedaban flores con sus colores, Blanco había desaparecido y nadie sabía donde estaba.

Faltaban casi dos semanas para la próxima reunión y todos empezaron a buscar soluciones, Marrón no podía hablar ya que estaba enferma y nadie recordaba que un color hubiera jamás enfermado. Carmesí propuso que el sol calentara el agua del mar para que lloviera, pero el sol ya no llegaba con fuerza, Jade dijo que ellos podían comenzar a limpiar mientras llegaban los profesionales, pero era evidente que la suciedad avanzaría más rápidamente de lo que podía limpiarse. Una vez más Gris pidió la palabra, -esta isla siempre fue nuestro hogar, no el de Lápiz, debemos parar la máquina y obligar a Lápiz a que limpie la isla-. Las palabras resonaron en la reunión… paralizar las máquinas de don Lápiz, obligarlo. Ámbar y Ocre lo sacaron a empujones, mientras que de los ojos de Marrón se escapaban lágrimas que enseguida entendieron por el disgusto de las palabras dichas por Gris, aunque nadie lo supo a ciencia cierta. Gris no volvió a hablar y se fue a la cima de la montaña, el único lugar donde no podía llegar la podredumbre del carboncillo. Hay quien afirma que aun está allí, llorando por sus amigos y por la isla.

Me despedí de aquel azul ceniza y fui hasta la playa a contemplar de lejos la isla, el invierno estaba en su apogeo y comprobé que ni así había vuelto el blanco a la cima. Después pensé en la historia y comprendí que una buena idea o una buena intención en ocasiones se pierde o malinterpreta simplemente por quien la dice.


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