martes, 8 de septiembre de 2009

LA CRISIS DE LOS CUARENTA


He entrado en una edad muy difícil para un hombre; cuarenta y uno, la edad clave, ahora debería ser un cuarentón centrado. Nada más lejos, desde el mismo día de mi cumple soy un cuarenteño, que si miramos el diccionario oficial de la calle se define como: dícese del varón de entre cuarenta y uno y cuarenta y nueve años, con edad mental comprendida entre los quince y los doce años.

Debo decir que es verdad, al llegar a este punto de mi vida pasó lo inesperado, quizás fuera esta inflexión en mi estado de ánimo, quizás influyó la llegada del verano, fuera como fuese la vista se me iba, sobre todo en la playa, donde las provocaciones eran más evidentes, esos colores reflejando la luz del sol, esas curvas tan bien definidas. Te embelesan la mirada, se apropian de tu corazón, parece que te dicen: adelante, piensa en ti.

Al final sucumbí a la tentación; sus redondeces tan conseguidas, su posado moderno que parece devolverte vitalidad…, tenía que hacerlo aunque sabía que no era debía. Me acerqué poco a poco, le pasé la vista de arriba abajo varias veces, no se inmutaba, permanecía a mi alcance, ¿me atrevería?. Lo hice, acaricié su cuerpo con suavidad para notar su tacto en mis manos, las recorrí por las curvas más sinuosas y deslicé la mano para que me abriera su interior. Se entregó totalmente; era muy joven, a estrenar, me sentía culpable pero continué, permanecí recostado mientras mis manos se deslizaban por todos sus recovecos.

Yo tenía experiencia pero mi mente no acababa de aceptar aquel destino, aun así me atreví a seguir, le toque el punto G y se abrió un mundo para mí, me dio las llaves de su corazón que se puso en marcha, ronroneando a mi alrededor, notando su cuerpo que vibraba de la excitación, haciendo de paso que el mío cerrara los ojos y notara sensaciones futuras en su compañía. Respiraba su aroma tan conocido que penetraba por mis fosas nasales incitándome, recordándome que yo era el primero, que nadie había osado aun, que era muy joven.

¿Fue culpa mía totalmente?, ¡claro que no!, al fin y al cabo soy un hombre, mi voluntad es débil, me mostró su interior con apenas asomarme, se vistió para mí, me provocaba y yo cedí a la tentación. Ocultándome de mi mujer volvía cada vez a su contacto; pero fue inútil, nos pilló juntos, no lo podía negar, estaba enganchado. Y la voz de mi mujer lo puso todo en su sitio.

- Te he dicho que no puedes comprarte el deportivo. Apaga el contacto y devuelve las llaves a la Guantera. El del concesionario me ha llamado la atención.

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